jueves, 3 de mayo de 2012

ACUERDO ENTRE EE.UU. Y COREA DEL NORTE


El acuerdo de finales de febrero de 2012 es el primer avance diplomático significativo desde 2007, cuando la crisis nuclear con Corea del Norte estuvo a punto de ser resuelta definitivamente. Sin embargo, aquella prometedora situación se vino abajo en 2009, cuando Pyongyang hizo una prueba de un misil de largo alcance (abril) así como su segunda prueba nuclear (mayo). 
Y hace unos días, Estados Unidos suspendió la ayuda de alimentos a Corea del Norte por considerar que el satélite que tiene previsto lanzar Pyongyang, para conmemorar el centenario del nacimiento del fundador del país, Kim Il-sung,  los días 12 y 16 de abril, viola el acuerdo internacional que prohíbe el lanzamiento de misiles. Ese lanzamiento "refleja su falta de deseo de continuar con sus compromisos internacionales, por lo que nos hemos visto obligados a suspender nuestras actividades para dar ayuda alimenticia a Corea del Norte", ha declarado el secretario de Defensa para asuntos de Asia y el Pacífico, Peter Lavoy, ante el Congreso. Corea del Norte, bajo el nuevo liderazgo de Kim Jong-un tras la muerte de su padre, Kim Jong-il, en diciembre de 2011, se había comprometido con Estados Unidos a una moratoria de sus programas nucleares y de misiles a cambio de alimentos. "(Cuando lo suscribimos) Indicamos que la puesta en órbita de un satélite lo interpretaríamos como un lanzamiento de misil debido a que se utiliza esa tecnología", según ha explicado Lavoy al respecto de que el acuerdo prohíbe el lanzamiento de misiles a Corea del Norte.
Pero el gobierno de Barack Obama no es la excepción en este juego de entrar como leones y salir como corderos. Hasta ahora ha hecho poco por continuar las negociaciones iniciadas por su predecesor, George W. Bush, en la última parte de su segunda gestión de 2001 a 2009. En cambio, luego del segundo ensayo nuclear de Corea del Norte, Obama adoptó la táctica de la "paciencia estratégica", que equivalió a ignorar a ese país en favor de otras prioridades de la política exterior. 
Estados Unidos, Corea del Sur y otros países han instado a Corea del Norte a cancelar sus planes, ya que consideran que encubre un ensayo de misiles de largo alcance que violaría las resoluciones de la ONU, pero el régimen de Kim Jong-un ha reafirmado su intención de seguir adelante con su cometido. "El potencial de un acto de provocación de Corea del Norte en 2012 continúa siendo una gran preocupación", ha dicho Lavoy, que ha señalado, con motivo del centenario del nacimiento del fundador del país, Kim Il-sung, Corea "tratará de mostrar que se ha convertido en una nación fuerte y próspera". Lavoy ha señalado que el líder norcoreano, Kim Jong-un, "en el proceso de consolidación del poder y de su legitimidad, tal vez pueda hacerlo a través de un acto de provocación o de exhibición de la fuerza". Por otra parte, ha dicho que Corea del Norte continúa buscando lograr "capacidades asimétricas", especialmente en las áreas de misiles nucleares y la cibernética, que, según ha advertido, le darían "la capacidad de atacar o provocar a la República de Corea con poca advertencia". El funcionario destacó la alianza con Corea del Sur, donde Estados Unidos tiene presenta militar estable desde la Guerra de Corea (1950) para disuadir de un ataque a su vecino del Norte, como la "piedra angular" de la estrategia en la región Asia-Pacífico. 
Corea de Norte, definido como uno de los estados rebeldes e, inmerso en el
Programa de Militarización Nuclear, aparece como el obstáculo a remover en el noreste asiático. Si bien, hasta el momento, Washington ha privilegiado la utilización del poder blando, negociando multilateralmente, junto a China, Corea del Sur, Japón y Rusia, es importante resaltar que esto puede llegar a tratarse, solamente, de una política pasajera.
En torno a la manera de negociar, existían importantes diferencias pero, en la actualidad, las mismas se han erosionado al punto de alcanzar una opinión compartida. Si bien Norcorea busca negociar bilateralmente con Estados Unidos, éste último fomenta el involucramiento de todos los actores de la región. En un principio, China, Japón y Corea del Sur no querían comprometerse pero finalmente consideraron que esa actitud podría favorecer sus propios intereses. Por su parte, Rusia busca utilizar la crisis para recuperar su anterior influencia en la región, consecuentemente, desea participar activamente en las negociaciones, buscando oportunidades que le permitan ganar protagonismo.
Cabe destacar que Corea del Norte se presenta como un estado poco flexible debido a que el hecho de ceder ante presiones como el aislamiento o el derrumbe económico, no significa simplemente incursionar en cambios sino, una apuesta muy grande con implicancias directas en la pérdida del espacio de influencia de la clase dirigente e incluso, dejar de lado un sistema político que lleva años postergando su caída. Las características de su estructura interna son causas primarias de la tendencia del gobierno a ser insensible a los costos eventuales. Si se toman en cuenta las características del régimen político, y de la estructura social local, como así también, las características de su cultura hermética, nacionalista y militarizada; la adopción de una política costosa, es altamente viable.
El gobierno de Pyongyang parte de una percepción equívoca del sistema internacional, subestimando el papel que en él juega la justicia selectiva. Las actitudes norcoreanas se rigen por la lógica de un sistema de autoayuda, donde las políticas de poder son necesarias para la supervivencia del Estado. Estas estimaciones conducen a Norcorea a desafiar el liderazgo norteamericano.
A partir de lo expuesto se dedujo que la política exterior de Corea del Norte no sólo no es funcional para el crecimiento y el desarrollo del país en su conjunto, sino que tampoco lo es para las élites, quienes desean consolidar la estructura de poder interna. De esta manera, en lugar de ampliar su margen de maniobra ante Estados Unidos, lo limita, ocasionando que este último endurezca sus políticas. Si en cambio, la élite de Corea del Norte se esforzara por disminuir el grado de confrontación con la potencia, modificando las percepciones que la misma tiene hacia ella, es altamente probable que el gobierno de los Estados Unidos retire a Norcorea de la lista de países que patrocinan el terrorismo. 
Para Corea del Norte, este acuerdo puede ser una forma de demostrar un cambio de actitud. Es posible que Kim Jong-un haya llegado a la conclusión de que la senda que había seguido su padre estaba conduciendo al país al desastre y de que resulta necesario resolver, de una vez por todas, la crisis nuclear mediante el diálogo, exigiendo, eso sí, todas las contrapartidas posibles (ayuda alimentaria y energética, garantías de seguridad, reconocimiento diplomático, integración en los organismos financieros internacionales, etc.). En otros términos, Kim Jong-un ha podido darse cuenta de que no necesita los programas nucleares para disuadir de un eventual ataque o invasión de EEUU, porque para eso ya tiene sus fuerzas convencionales (más de un millón de soldados, una fuerza de artillería que es la mayor del mundo, misiles Scud y NoDong, etc.). Pero también puede ocurrir que el actual líder de Corea del Norte esté siguiendo la táctica de su padre, esto es, una mezcla de voluntad de llegar a acuerdos con incumplimientos, chantajes y amenazas. Puede muy bien ocurrir que el acuerdo de febrero no sea más que un medio para obtener algo de ayuda alimentaria y así mejorar la dieta de la población en un año en el que se cumplen el 100º aniversario del nacimiento de Kim Il-sung y en el que el país debe ser una nación “fuerte y próspera”.
En el caso de EEUU, parece que Washington ha pasado de la “paciencia estratégica” (esperar a que las dificultades económicas de Corea del Norte le obliguen a negociar en serio) a una política de acercamiento e implicación. Tal cosa puede interpretarse como el resultado del deseo de la Administración Obama de mostrar un éxito importante en política exterior antes de las elecciones presidenciales de este año. De hecho, conviene recordar que el acuerdo reciente es el único acontecimiento positivo que se ha dado en las relaciones EEUU-Corea del Norte durante toda la Presidencia de Obama. 
Hay analistas que señalan que EEUU puede tener otro objetivo: reducir la influencia de China en Pyongyang, dando prioridad a las conversaciones bilaterales frente al foro a seis bandas. No obstante, muchos analistas sostienen que China en este caso persigue los mismos objetivos que EEUU: la desnuclearización y la estabilidad.
Además, Estados Unidos tiende a considerar que Corea del Norte quiere fabricar armas nucleares por motivos vinculados a la supervivencia del régimen. Por el contrario, los países vecinos de Norcorea, entienden que el programa nuclear es un instrumento de presión diplomática en las negociaciones para obtener ventajas económicas o de otra índole de la comunidad internacional. Estas diferencias de percepciones hasta aquí expuestas pueden considerarse complementarias, ya que es factible que Corea del Norte esté buscando estos dos objetivos. Por otro lado, tanto Japón como Estados Unidos no descartan una solución militar, si sus territorios se encontraran en peligro inminente de un ataque de misiles norcoreanos y si la diplomacia insiste en el fracaso. 
En este sentido, China y Corea del Sur descartan completamente una opción nuclear por diferentes razones. En primer lugar, China no se siente amenazada debido a que los vínculos históricos de amistad que la unen a Pyongyang. En segundo lugar, no aceptaría un involucramiento mayor de fuerzas norteamericanas en la región y finalmente, una situación de guerra afectaría sus intereses económicos. Corea del Sur, por su parte, desestima el enfrentamiento armado debido al peligro que significa para su territorio y ciudadanos una represalia nuclear por parte su vecino del norte. 
Pero debemos saber exactamente lo que Estados Unidos podría provocar; y no sería un conflicto expedito y con un mínimo de bajas al estilo iraquí. En cuanto a Corea del Norte, incluso un ataque militar limitado desataría casi con certeza una guerra de grandes proporciones en la península coreana, con pérdidas humanas masivas y una devastación total. Corea del Norte ha admitido poseer un o dos armas nucleares, y ha procesado suficiente plutonio para fabricar otras. Más importante aún, violó el Acuerdo Marco de 1994, el cual congelaba su programa nuclear, y también ha tomado una serie de pasos crecientemente desafiantes. 
Durante mucho tiempo, los analistas de Washington se desesperaron por la falta de una inteligencia sólida respecto de Corea del Norte, hecho que quedó en evidencia cuando la noticia de que Kim Jong-il había muerto tardó 48 horas en conocerse. Esta falta de información se extiende a Kim Jong-un, sobre quien se sabe poco más allá de su edad (menos de 30 años), sus antecedentes académicos (estudió un tiempo en Suiza) y algunos de sus intereses personales (el básquetbol). Pero se sabe aun menos sobre cómo encajará el joven nuevo líder en el orden político de Pyongyang. Como su padre, tiene una relación cercana con las Fuerzas Armadas.  Kim Jong-un fue designado general cuatro estrellas pese a que no se le conoce ningún antecedente de servicio militar o experiencia bélica. Bien podrá escuchar los consejos de su tía y tío político, incluso al punto de convertirse en algo más que un títere. El sistema norcoreano, presidido por una gerontocracia, no está diseñado para adaptarse a un joven con osadas ideas reformistas, aunque Kim Jong-un se inclina en esa dirección. 
En cuanto al gobierno de Obama, tras haber echado por la borda su paciencia estratégica para negociar de buena fe con Corea del Norte, ahora ha vuelto a la táctica de esperar y ver. 
Cuando Kim Il-sung falleció en 1994, el gobierno de entonces de Bill Clinton continuó las negociaciones para un acuerdo que congelara el programa nuclear de Corea del Norte. Sin embargo, la resistencia del Congreso legislativo hizo que no cumpliera con el compromiso diplomático y económico que había anunciado. Así se perdió efectivamente una oportunidad de poner fin a la guerra fría con Corea del Norte. Ahora el gobierno de Obama tiene una oportunidad similar de usar la muerte de Kim Jong-il para inaugurar un nuevo capítulo en su relación con Corea del Norte. 
A corto plazo será difícil saber cuál de los dos rumbos adoptará finalmente Corea del Norte. Habrá que esperar varios meses para saber a qué atenerse. Lo único seguro es que la nueva dirección de Corea del Norte (Kim Jong-un y sus aliados) no ha querido iniciar un rumbo novedoso e impredecible (una escalada de agresividad), como algunos analistas temían cuando llegó al poder tras la muerte de Kim Jong-il.
La administración Obama  persigue como objetivo que otras naciones tomen la iniciativa en Corea, más allá de que continúa sosteniendo una línea dura con Pyongyang. Igualmente, esta inactividad momentánea no significa pasividad; implementar una estrategia de cambio de régimen en Corea del Norte es una alternativa que no debe descartarse, pero es de por sí, difícil.
Desde mi perspectiva, considero que Asia del Este está lejos de reducir su fervor nacionalista y una de las causas de ello son las deficiencias en los canales de comunicación acentuadas por la carencia de instituciones internacionales que den un marco adecuado para sus relaciones. En este sentido, puede observarse una diferencia notable con Europa o con los países del Atlántico. A diferencia de Europa, Asia carece de fuertes instituciones políticas multilaterales. Europa tiene la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y también grupos como la Organización de Cooperación y Seguridad de Europa y el Consejo de Europa. Los únicos homólogos de Asia son la ANSEA, el Foro Regional de la ANSEA en asuntos de seguridad y el mecanismo de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que son organismos mucho más débiles. La ANSEA no incluye a China ni a los más importantes países del Noreste Asiático, y el APEC no es más que una entidad consultiva. La seguridad de Asia no está garantizada por tratados multilaterales, sino por un conjunto de relaciones bilaterales cuyo centro está en Washington, en especial el Tratado de Seguridad Estados Unidos-Japón y la relación Estados Unidos-Corea del Sur.
En este escenario, es altamente probable que Estados Unidos implemente una política exterior precavida de manejo de crisis, donde la crisis norcoreana encierra riesgos de escalar hasta un conflicto nuclear.

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