martes, 30 de abril de 2013

Y AHORA, ¿QUÉ?


El fallecimiento del Presidente de Venezuela, el pasado 5 de marzo, ha generado un profundo impacto, a nivel mundial y deja con un cierto grado de incertidumbre el escenario político nacional e internacional en esta Nación.

El gobernante estuvo al frente de Venezuela por 14 años, legitimando su presencia y el proyecto bolivariano por la vía electoral, tal es así que el chavismo se presentó a 15 procesos electorales perdiendo solo uno. El legado de Chávez es profundo y complejo, despertando el amor y odio de los venezolanos, lo que a nivel político se expresa en una dicotomía de la sociedad en torno a la posición política (gobierno-oposición) y socioeconómica de los venezolanos (ricos-pobres).
El fallecimiento de Chávez abre un nuevo escenario político electoral, ya que de acuerdo al artículo 233 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, “la muerte del presidente constituye una falta absoluta que implica que en 30 días consecutivos se debe convocar a nueva elección universal y directa”. 
Ante esta nueva contienda electoral, no está demás revisar cómo llegan las fuerzas políticas.
La gran influencia que el Presidente Chávez ejerció en su país y América Latina durante tres lustros, hace inevitable, que los análisis derivados de su desaparición se enfoquen en tratar de escudriñar las consecuencias de su ausencia física.
El presupuesto, más importante de cualquier análisis, es que habrá Chavismo sin Chávez, como por muchas décadas ha habido Peronismo sin Perón, en Argentina. 
La oposición se unificó en torno a la figura de Henrique Capriles, ex candidato presidencial en las recientes elecciones de octubre de 2012. En cambio, la incertidumbre surgió al interior del gobierno debido a la presencia de dos liderazgos que buscan recoger el legado de Chávez, hablamos de Nicolás Maduro vicepresidente ejecutivo y Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional.
En este contexto, los resultados de los anteriores comicios muestran las tendencias que se debieran expresar en las próximas elecciones presidenciales de Venezuela. En las elecciones presidenciales de 2006, Hugo Chávez triunfó con 62.8% (7 millones 309 mil 80 votos) frente a Manuel Rosales que alcanzó 36.9% (4 millones 292 mil 466) con participación de 74.7%, la diferencia entre los candidatos fue de 3 millones 16 mil 617 votos. En las pasadas elecciones de 2012, Chávez consiguió 55.7% y Capriles obtuvo 44.3% con alta participación de 80.5 %, según cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE). En el reciente proceso electoral la diferencia fue de un millón 599 mil 828 votos entre Chávez y Capriles, lo que muestra que la oposición acortó a la mitad la brecha con el gobierno respecto a las elecciones 2006.
Con estos antecedentes, en las próximas elecciones un avance para la oposición será disminuir la diferencia de votos, en cambio para el gobierno un triunfo por sobre 60% permitiría afianzar el legado del chavismo. Al parecer es seguro el triunfo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), principal instituto político del chavismo.
La oposición aglutinada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), señaló que el candidato nuevamente será Henrique Capriles. En cambio, en el gobierno aparece Nicolás Maduro, vicepresidente de Venezuela, quien fue un obrero dirigente sindical del Metro de Caracas y, posteriormente presidente de la Asamblea Nacional y Canciller, recordemos que Maduro fue elegido por Chávez como sucesor. Maduro, recogerá el legado de Chávez, aunque con matices ya que Maduro proviene del mundo civil y tiene mayor capacidad de negociación. 
En las próximas elecciones los venezolanos decidirán sobre la continuidad del modelo político bolivariano o la implementación de reformas neoliberales estructurales, por ende no es solo una contienda política, sino también una lucha ideológica y de continuidad o cambio de un modelo de desarrollo. Estas elecciones estarán marcadas por la emotividad de la muerte del presidente Chávez y los ojos del mundo estarán puestos en el proceso.
Una vez realizadas las elecciones en Venezuela, este país entrará en la etapa postChávez y podremos dimensionar el profundo alcance de la revolución bolivariana tanto en Venezuela como en América Latina, por ahora el chavismo tiene asegurada su continuidad por lo menos hasta 2020.
Un análisis de la actual correlación de fuerzas políticas en ese país permitiría más vale plantear que lo más probable es la subsistencia, por lo menos en el futuro inmediato, del chavismo sin Chávez.
Si bien la oposición política en Venezuela, articulada en torno a la figura de Enrique Capriles, mostró una gran fuerza electoral en las últimas elecciones, en las que volvió a ganar Chávez; empero, resulta casi imposible que el electorado chavista vaya a votar por Capriles y no por Nicolás Maduro, convertido por Chávez en su última alocución pública en su heredero político al pedir que, el escenario de su ausencia definitiva, elijan para Presidente al vicepresidente Maduro.
Cuando el 10 de octubre de 2012, Hugo Chávez anunciaba que Nicolás Maduro sería su vicepresidente, el nombramiento se interpretó como un premio a la lealtad que el hasta entonces ministro de Exteriores había demostrado al “comandante”. Con la designación, Maduro escalaba un peldaño más en su carrera política, una que empezó en la Liga Socialista. Izquierdista, incondicional, sin mayor brillo y de palabras escasas y falta de carisma -según El Nuevo Herald-, Maduro conoció a Chávez mientras este estuvo preso tras el intento de golpe de estado de 1992.
En 1998, cuando Chávez se lanzó al juego electoral, Maduro lo apoyó a través de la alianza que surgió de la “fusión” de la Liga Socialista, el Frente Guerrillero Antonio José Sucre y el Movimiento de Izquierda Revolucionario, base del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Chávez había formado el Movimiento V República (MVR), aunque en 2007 dejó de existir para ser parte del PSUV.
Como ministro de Exteriores, Maduro cumplió los mandatos de Chávez: consolidó los bloques regionales del ALBA y UNASUR, estrechó sus alianzas con Irán, Rusia y China y trabajó para mejorar las relaciones con Colombia. El Nuevo Herald, destaca cómo Chávez, quien solía dirigirse con dureza a algunos de sus ministros, era en cambio muy cordial y afectuoso con Maduro.
A Maduro, ciertamente, el destino lo ha puesto en una situación complicada. O lo puso ahí Chávez, quien antes de partir a su cuarta operación a Cuba -por un cáncer del que hasta ahora nadie ha brindado detalles- dijo que, si se presentara “alguna circunstancia” que lo inhabilitara para continuar en la Presidencia, Maduro debía concluir. “Mi opinión firme, absoluta, total, irrevocable es que ustedes elijan a Nicolás Maduro como nuevo presidente de Venezuela”, dijo Chávez.
Lo cierto es que, como establece The New York Times, Venezuela enfrenta hoy un escenario político incierto porque falleció el carismático líder de la revolución socialista y “Maduro está lejos de tener la conexión que Chávez tenía con los más pobres de Venezuela”. 
Por otro lado, a nivel de América Latina y sobre todo de Sudamérica, también es previsible la continuidad del proyecto integracionista impulsado por Chávez, y esto sobre todo porque los Gobiernos aliados de Chávez y los que, a pesar de no ser tan aliados, apoyaron dicho proyecto continúan al frente del poder gubernamental de sus respectivos países.
De esta manera, la posibilidad del fin del chavismo en Venezuela podría darse en el mediano plazo, como consecuencia especialmente de pugnas y divisiones internas que pueden aparecer en su interior y que sólo la presencia de su líder carismático podía haber evitado. También en América Latina, sólo la presencia más adelante de una nueva oleada de regímenes neoliberales podría hacer abortar los proyectos de unidad latinoamericana como la UNASUR y la CELAC.
En un plazo no mayor a 30 días se efectuarán la próxima elección; desde octubre del año pasado, Venezuela atravesaría por tres elecciones generales. 
Dependerá, si el Chavismo sin Chávez, se logra articular en una forma de gobierno estable y duradero. Sin el carisma de Chávez, que ayudaría a explicar las carencias que ahora enfrentará la población, sus sucesores, a medida que el momento altamente emocional generado por la muerte del caudillo y su funeral vaya quedando atrás, la tendrán muy difícil, independientemente de la cohesión interna que pueda tener ese Chavismo sin Chávez, a mediano y largo plazo.
Y de la consolidación o no en el gobierno del Chavismo sin Chávez, dependerá mucho la influencia que tendrá en el continente. El peso de Chávez a nivel internacional tuvo dos grandes fuentes, el discurso político-ideológico y la enorme capacidad financiera de Venezuela. Ambas fuentes se han venido agotando. Sin su principal protagonista, el chavismo terminará a la larga por marchitarse con el paso del tiempo. Sin embargo, hay varios factores que determinarán el ritmo de la deschavezación. Es más, perdurará una cierta herencia, en concreto, los programas destinados al sector social. Aún en el caso de que puedan modificarse, se mantendrá en gran medida su continuidad. 
Al igual que otras democracias de la región, como es el caso de Brasil, Venezuela tiene la posibilidad de desarrollar un sector social responsable dentro de un contexto de sociedad abierta sin represión, sin intimidación y sin polarización políticas. Despolitizar el uso de los petrodólares mediante mayores niveles de responsabilidad y transparencia puede garantizar prestaciones sociales con una base mucho más amplia a lo ancho de todo el espectro socio-económico.
Si las fuerzas chavistas ganan las elecciones post Chávez, se incrementan las posibilidades de una transformación generacional. Al principio se impondrá una exhibición de unidad, en particular durante el período de luto que acaba de arrancar. Es más, se producirán intentos de poner en práctica medidas más radicales. Sin embargo, el faccionalismo existente se manifestará al final en diversas formas. En ausencia de su caudillo, su figura unificadora, el chavismo se vendrá abajo con el tiempo.
De allí, este punto nuevo a analizar y ahora, considerado una de las personas claves del nuevo Ejecutivo Nacional, es la designación del ex ministro de Ciencia y Tecnología, Jorge Arreaza, como  vicepresidente ejecutivo de la República, según anunció el presidente encargado, Nicolás Maduro, durante su acto de juramentación. Arreaza, yerno del difunto presidente Hugo Chávez, que puede asumir la posición, como en su época le concernió a Abu l-Hasan Ali Ibn Abi Tálib  o simplemente Alí, yerno de Mahoma. Y para los musulmanes sunitas Alí es considerado como el cuarto y último califa bien guiado, mientras que para los musulmanes chiíes Alí es el primer imán y se le considera a él y a sus descendientes como legítimos sucesores de Mahoma, todos los cuales son miembros de la Ahl al-Bayt. Este desacuerdo produjo la división de la comunidad musulmana en tres ramas: la sunita, la Chiíta y la jariyita. 
Arreaza, asumiría a largo plazo, el liderazgo y junto a Rosa Virginia, hija mayor del extinto Presidente Chávez, evitando la división dentro del movimiento revolucionario, a saber: chavismo, chavismo sin Chávez y nuevo liderazgo socialista, y agrupando las masas ante la imagen del líder fallecido, ya que la ideología basada en el culto a la personalidad de un individuo ha agotado ya su recorrido en gran medida. Y podría virar hacia la bancarrota, tanto ideológica como económicamente. 
En el frente interno, sin embargo, sería un camino largo y arduo el que caracterizaría el cambio. No se producirá de la noche a la mañana. Salvo que se produzca un golpe chavista o una negativa a renunciar al poder, acabará por sobrevenir una apertura política. El cese de las violaciones de los derechos humanos, una disminución de la intimidación y de la represión y el restablecimiento pleno de la libertad de prensa propiciarían mayores cambios. Sin embargo, de la misma manera que los chavistas son propensos al faccionalismo, la oposición no es inmune a ese fenómeno. Durante el año pasado, Henrique Capriles ha encabezado una unidad de la oposición que no tiene precedentes. 
La mayor resistencia la planteará el chavismo institucionalizado que domina los principales instrumentos de poder del Estado. Intentar una purga generalizada mediante un proceso de desmontaje del partido al estilo de lo que se hizo en Irak con el partido Baaz podría desencadenar una reacción radical y desestabilizar aún más un entorno frágil. 
En términos generales, es necesario un tratamiento más equilibrado, aunque firme, de acuerdo con las instituciones.

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