Existe un desarrollo nuevo y único en la historia de la humanidad que está teniendo lugar en todo el mundo; no tiene precedentes en alcance y volumen, y también es la mayor amenaza para todas las estructuras de poder global: el "despertar político global". El término fue acuñado por Zbigniew Brzezinski, y se refiere al hecho de que, como señaló Brzezinski : “Por primera vez en la historia de casi toda la humanidad está políticamente activa, políticamente consciente y políticamente interactiva. El activismo global está generando un aumento en la búsqueda de respeto cultural y oportunidades económicas en un mundo marcado por los recuerdos de la dominación colonial o imperial”.
No es exagerado afirmar que ya en el siglo XXI, la población de gran parte del mundo en desarrollo está políticamente agitada y en muchos lugares esperando por disturbios. Es una población muy consciente de la injusticia social en un grado sin precedentes, y a menudo resentida por su percepción de falta de dignidad política. El acceso casi universal a la radio, la televisión y al Internet, está creando una comunidad de percepciones y envidias compartidas que puede ser galvanizada y encausada por las pasiones demagógicas políticas o religiosas. Estas energías trascienden las fronteras soberanas y representan un desafío tanto para los Estados existentes, así como para la jerarquía global existente, sobre la que Estados Unidos aún se posa.
Brzezinski explica que varias áreas centrales del "despertar político global", como China, India, Egipto, Bolivia, los musulmanes en el Oriente Medio, el Norte de África, el sudeste Asiático y en Europa, así como los pueblos indígenas de América Latina "están definiendo paulatinamente lo que ellos desean, en reacción a lo que perciben como el impacto hostil del mundo exterior sobre ellos. En diferentes formas y grados de intensidad no les gusta el status quo, y muchos de ellos son susceptibles de ser movilizados contra el poder exterior que ellos envidian y perciben como auto-interesadamente preocupado por el estatus quo".
Brzezinski se extiende sobre el grupo específico más afectado por este despertar: Los jóvenes, son especialmente inquietos y resentidos. La revolución demográfica que encarnan es también una bomba de tiempo político. Por lo general procedentes de la inseguridad social de la clase media baja, e inflamados por un sentimiento de indignación social, estos millones de estudiantes revolucionarios-en-potencia, ya están movilizados en grandes congregaciones, conectados por Internet, y pre-posicionados para una repetición en mayor escala de lo ocurrido años antes en la Ciudad de México o en la Plaza de Tiananmen.
Las condiciones socio-político-económicas globales tienen relación directa con la expansión y la aparición del "despertar político global". Desde 1998, "3 millones de personas viven con menos de 2 dólares por día, mientras que 1,3 mil millones sobreviven con menos de 1 dólar por día. El 70% de quienes viven con menos de 1 dólar al día son mujeres" . En 2003, un informe del Banco Mundial reveló que, "una minoría de la población mundial (17%) consumen la mayor parte de los recursos del mundo (80%), dejando a casi 5 mil millones de personas viviendo con el 20% restante. Como resultado, miles de millones de personas viven sin las necesidades más básicas de la vida ".
En 2006, un informe publicado por el Instituto Mundial de Investigación del Desarrollo Económico de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-WIDER) informó que, "El 2% de los adultos más ricos del mundo posee más de la mitad de la riqueza familiar mundial". En abril de 2009, Oxfam, informó que entregando un par de los trillones de dólares para rescatar a los bancos podría haber sido suficiente "para acabar con la pobreza extrema durante 50 años ". En septiembre de 2009, Oxfam informó que la crisis económica "está llevando a la pobreza a 100 personas por minuto ". Así, la mayoría de la población mundial vive en pobreza absoluta y dislocación social.
La clase media del mundo occidental está experimentando una transición dramática, particularmente a raíz de la crisis económica mundial. En décadas previas, la clase media se ha transformado en una clase basada en la deuda, cuyo consumo se ha basado casi exclusivamente en la deuda, por lo que su capacidad de consumir y ser la base social del sistema capitalista no es más que una mera ficción. Nunca en la historia, la clase media, y muy especialmente los jóvenes que se gradúan de la universidad hacia el mercado laboral más duro de las últimas décadas, han estado en tanto peligro. La crisis de deuda global, que comenzó en Grecia, y expandiéndose por las economías de la eurozona en España, Portugal, Irlanda y, en definitiva toda la UE, consumirá después al Reino Unido, Japón y recorrerá todo el camino hasta Estados Unidos.
Haciendo un recorrido por los periódicos internacionales encontramos con que el mundo parece que enloqueció: disturbios en Londres, paros en España, terrorismo en Colombia, caída de la bolsa en Estados Unidos, susto en Israel. En fin que esto parece no tener final feliz.
Las acciones del mundo cayeron significativamente después de la baja histórica en la calificación de la deuda de Estados Unidos. Los mercados tuvieron su peor día desde 2008, cuando durante la crisis financiera de ese año. Al caer 635 puntos, el Dow Jones acumuló una baja de 5.6%, terminando el día con 10 mil 810 puntos. El índice bursátil 500 de Standard & Poor’s, una medida más amplia del mercado, cayó 80 puntos y llegó a mil 120, es decir, bajó 6.7%. El indicador de tecnología pesada, Nasdaq, perdió 175 puntos, terminando el día con 2 mil 358 unidades y un descenso de 6.9%. Los 30 componentes del Dow Jones cayeron en su valor y 99% de los componentes del índice de S&P bajaron también. Las acciones de financieras, llevadas por Bank of America, perdieron 20% para llegar a 6.53 dólares por acción. Los inversionistas huyeron hacia inversiones seguras como es el oro, el cual puso una récord de mil 713 dólares por onza, aumentando al récord de 63 dólares. Y bastó un rumor para que los mercados bursátiles se pusieran nuevamente patas arriba, llamando a la movilización a diferentes líderes europeos. La simple sospecha –de origen no identificado– de que alguna de las grandes agencias de calificación podía rebajar la nota de la deuda pública francesa –tal y como hizo S&P con EEUU– desplomó las cotizaciones de los bancos y obligó al presidente Nicolas Sarkozy a convocar un gabinete de crisis .
Mientras en Londres la violencia continúa y es esa ciudad está siendo escenario en estos momentos de unos de los disturbios más fuertes de las últimas décadas. Un conflicto con inconfundible aroma de banlieue parisiense.
Al igual que en París en 2005, el detonante fue la muerte de un joven de 29 años, Mark Duggan (padre de cuatro hijos), acribillado a balazos por la policía, cuando iba a ser detenido. El sábado por la tarde, unos 300 vecinos se concentraron ante la comisaría central de la Policía Metropolitana, en la calle mayor del barrio. Sin que nadie sepa muy bien ni cómo ni por qué, la manifestación acabó transformándose en una revuelta violenta.
En el área más afectada, Tottenham, muchos residentes coincidieron en que los saqueos fueron obra de jóvenes delincuentes, ayudados por comunicaciones instantáneas en sus celulares. Otros culparon a las redes sociales Twitter o Facebook, que foguearon la revuelta.
La violencia ha proyectado una sombra sobre una ciudad que prepara para acoger los Juegos Olímpicos de 2012.
En el inicio de la crisis económica mundial en 2008, el FMI advirtió que los gobiernos de Occidente podrían enfrentar "violentos disturbios en las calles", mientras que "protestas violentas podrían estallar en países en todo el mundo si el sistema financiero no es reestructurado para beneficiar a todos y no a una pequeña élite ".
Es muy interesante seguir las mutaciones que ha sufrido la naturaleza de esta crisis: primero se identificó con el estallido de la burbuja inmobiliaria y el abuso en la concesión de hipotecas de alto riesgo; a ello se le añadió un tsunami protagonizado por las materias primas alimentarias y los elevadísimos precios de la energía, de modo que entonces se habló de "tormenta perfecta" y se hizo una equivalencia con los primeros 70 años del siglo XX, al aparecer la estanflación (alta inflación y crecimiento cero). Cuando se hicieron sentir los primeros efectos de la sequía crediticia en forma de reducción del crecimiento económico bajaron los precios de las materias primas; como consecuencia de ello, la inflación dejó de estar en primer plano, pero a las víctimas de la coyuntura se añadieron los países emergentes, principales productores de materias primas, y de los que se había dicho que en esta ocasión estarían exentos del efecto contagio.
Sólo cuando los ciudadanos, airados, comenzaron a preguntarse en alto por qué habían de rescatar a quienes habían sido víctimas de su codicia, es cuando se sofisticó un poco el discurso: la mayor inyección de dinero público utilizada en la historia para salvar a los bancos en dificultades era tan sólo una etapa intermedia para salvar a la economía real. Lo que es bueno para Wall Street es también bueno para la calle.
Con esta crisis multiforme y poliédrica ha desaparecido también una forma de hacer la política económica, que ha sido dominante en el último cuarto de siglo. Aquella que había formalizado el dogma de que los mercados son los que mejor saben qué hacer. Del mismo modo que hay ciclos en la coyuntura también hay ciclos ideológicos que conceden el énfasis a las distintas herramientas económicas. Y ha comenzado otro. En el año 1936, el que probablemente ha sido el economista más influyente del siglo XX, John Maynard Keynes, escribió en su obra magna Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero: "Las ideas justas o falsas de los filósofos de la economía y de la política tienen más importancia de lo que en general se piensa. A decir verdad, ellas dirigen casi exclusivamente el mundo. Los hombres de acción que se creen plenamente eximidos de las influencias doctrinales son normalmente esclavos de algún economista del pasado". Las ideas keynesianas, tan menospreciadas en el último cuarto de siglo, están siendo aplicadas ahora por quienes tratan de sacar a la economía de la camisa de fuerza de la revolución conservadora y de la desregulación permanente.
La crisis traza una frontera, la del final (por ahora) de otra edad dorada: el crédito fácil, la liquidez extrema, los riesgos fuera del balance, los sueldos astronómicos de los grandes ejecutivos ligados a la creación de valor a corto plazo y no a la calidad de lo que se fabrica o con lo que se trabaja, los cambios legales para facilitar la especulación sin límites y las zonas de sombra (el capitalismo gris), una psicología mediante la cual los ahorradores se convirtieron en inversores y los inversores en activos apalancados, la autorregulación como pretexto para administrar sin límites, etcétera.
Cada ciclo ideológico en economía está provocado por una crisis. El New Deal llegó por la Gran Depresión; la revolución conservadora, como reacción a la estanflación; y el paradigma que parece instalarse a principios del siglo XXI, por la crisis iniciada con las hipotecas subprime llevada al paroxismo. Las matrices que lo componen son las de la intervención del Estado siempre que sea necesaria, la regulación financiera, quien contamina paga (en relación a los activos tóxicos) y la necesidad de dotar de gobernanza a la globalización realmente existente. Por ello se ha dado tanta significación a la construcción de un nuevo Bretton Woods.
Hoy se trata, como se declara con ampulosidad, de "refundar el capitalismo": cambiar todo para que nada cambie.
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